焌-Quien siembra fuego…

En un día de mistral o siroco se engancha una cuerda de yuta (o similares) a la cola de un gato y se le pone fuego. El animal, espantado, corre como loco, quemando rápidamente todo lo que encuentra. Es ésta una de las maneras más crueles en las que se empiezan los incendios en Cerdeña.

Desde el jueves pasado se quemaron sólo aquí 30 mil hectáreas de terreno (el equivalente de todo Milán más su hinterland) y murieron dos personas. En Pozzomaggiore, el pueblo de la provincia de Sassari donde murió Mario Piu, el pastor de 58 años que perdió la vida al intentar salvar su rebaño, el 80% del patrimonio del ayuntamiento ya no existe.

Numerosos son los intereses y las razones que están detrás del infierno que los seres humanos crean en la tierra en la que crecerán sus hijos. Van desde ajustes de cuentas dentro del mundo agropastoral, al precio de forraje -que aumenta cuando escasea- hasta los permisos relacionados con la pérdida de valor de las tierras quemadas y la consiguiente compra de las mismas, entre otras.

La normativa actual establece que las tierras quemadas no se puedan utilizar (ni para la caza, ni para la construcción, ni para el pasto ni para ninguna otra actividad) durante los diez años siguientes. Lástima que no se guarde un registro de las tierras quemadas y que, como es sabido, la memoria humana es más bien corta para ciertas cosas. Sería estupendo poder decir lo mismo del plazo de las consecuencias de unos actos que, además de inciviles, son profundamente estúpidos.