Blood in the mobile
“Si Nokia descubriera cómo funciona la cadena de proveedores y quién está haciendo qué descubrirían todo tipo de mierda y sería muy caro para ellos”, dice Frank Piasecki Poulsen.”Es mucho más sencillo si no saben, así siempre pueden decir que no sabían nada”. Durante más de un año Poulsen, director de cine danés, intentó ponerse en contacto con Nokia, su compañía telefónica. Quería que ésta le garantizara que no está comprando minerales que financian la guerra en la República Democrática del Congo (RDC), considerada la más sangrienta después de la segunda guerra mundial. En este país de Africa central en los últimos 15 años han muerto más de 5 millones de personas y al menos 300 mil mujeres han sido violadas.
Cuando su productor Mikkel Skov Petersen, de vuelta de un viaje a Tanzania, le habló por primera vez del rumor que había escuhado sobre la relación directa entre nuestros dispositivos electrónicos y la guerra en el este del Congo y le propuso hacer un documental sobre ello, Poulsen no se lo pensó dos veces.
“Es un tema en el que todo el mundo está implicado, ya que tod@s tenemos móviles. Siempre busco historias que puedan hacer que lo que pasa en el tercer mundo sea relevante para el occidente, y éste solo es un ejemplo”, dice. “Se podrían hacer tantas historias sobre como nuestra manera de vivir afecta a la gente de otros lugares del mundo…”.
En Nokia Poulsen no encontró a nadie dispuesto a hablar del tema con él. Lo único que consiguió fue confirmar lo que ya sabía. Hace más de 10 años el mismo rumor que Petersen había escuchado en Tanzania llegó también al corazón de la mayor empresa mundial de telefonía. “Dicen que es demasiado complicado descubrir exactamente de donde vienen los minerales, principalmente coltán y casiterita, con los que están hechos sus teléfonos”.
Para rodar el documental “Blood in the mobile”, Poulsen viajó cinco veces a la RDC y vio con sus ojos las minas ilegales de donde se extraen los minerales. Escogió las minas de casiterita de la provincia del norte de Kivu, en el este del país. Para entrar y salir de las minas, los jóvenes y niños que allí son explotados tienen que pagar impuestos al ejército o al grupo armado que controla la zona. “Mucha gente no los puede pagar y se queda atrapada allí”.
Los que salen entregan los minerales a “algun hombre de mediana edad” que los lleva a Goma, desde donde salen legalmente a Rwanda, Uganda, al este de Africa, normalmente a Mombasa, y de allí a Malaisia, “donde acaban mezclados con minerales de otros lugares y ya no se puede seguir su rastro”. Entre el usuario que compra un móvil a la Nokia y el lugar de fusión en Malasia hay unos diez estratos en la cadena de proveedores. “Sin embargo entidades y ONGs como la británica Global Witness afirman que no sería tan difícil para Nokia y otras compañías descubrir cómo funciona la cadena de proveedores. “Por ejemplo rehusando comprar productos de los que desconoce el origen o añadiendo en sus contratos la posibilidad de hacer visitas a las instalaciones sin preaviso”. Global Witness es parte de la coalición “Publish what you pay” (publica lo que pagas), a la que pertenecen entre otras Amnesty International y Oxfam y cuyo objetivo es que las compañías mineras, petroleras y de gas estén obligadas a publicar en sus páginas webs el neto de sus impuestos, honorarios y otros pagos como condición para poder aparecer en el listado de la bolsa y de los mercados financieros.
“Cuando yo compro un teléfono, cuánto de ese dinero se gasta en Congo?”, pregunta Poulsen. “De momento casi nada”.
«Blood in the mobile”, cuyo estreno internacional fue el pasado mes de Noviembre en el Festival Internacional de Documentales de Ámsterdam, acaba de ser premiado con el Cinema for Peace Award for Justice en el Festival de Berlin. El documental es una coproducción entre Dinamarca, Alemania y Congo y fue subvencionado por televisones de diversos países europeos (incluida Finlandia, ‘casa de Nokia) y por la Unión Europea.
“Creo que éste es un asunto en el que tod@s tenemos responsabilidad y necesidad de hacer todo lo que podamos pero sinceramente no considero que sea el consumidor crítico quien pueda realmente salvar el mundo ni que éste sea un buen momento para decidir qué tipo de sociedad queremos”, dice. “Yo pienso que la solución real tiene que ser política a través de una legislación común y específica, porque la gente común no puedemos ser expertos en todo”.
El pasado mes de julio el gobierno de Estados Unidos aprobó la “Miscellaneous Provision” en el marco de su Financial Reform Bill. La provisión, que entrará en vigor en abril, requiere a las compañías estadounidenses que compran minerales desde el Congo y sus vecinos que presenten un report anual al SEC (Securities and Exchange Commission) -que después tendrán que publicar en sus páginas web- sobre qué medidas están tomando para tener bajo control el funcionamiento de la cadena de proveedores y para asegurarse que sus minerales son “libres de conflicto”.
Las critícas a este tipo de medidas se basan en el riesgo de que creen un embargo de facto, desempleo y que puedan llevar a un incremento de la violencia.
“La del desempleo es una crítica muy común y para mi poco válida. Mucha de la gente con la que he hablado vivía mucho mejor cuando era un pobre campesino que ahora y si pudiera se marcharia de allí”, cuenta. “A corto plazo si el flujo de dinero se parara, evidentemente la situación podría ser mas desesperada pero la única manera de que esta gente pueda tener un negocio sano con sus minerales es parar el flujo de dinero hacia los grupos armados y el ejército. Desde luego la solución no es boicotear al Congo ni a los móviles en realidad, pero si Nokia quiere seguir escribiendo en su página web que es una empresa ‘socialmente responsable’ como hace, pues debería saber y poder demostrar qué minerales usa y qué paga de impuestos”.
Poulsen volverá a la RDC el próximo otoño para presentar “Blood in the mobile” en el Skiff festival, el único festival internacional del país y dirigido por Sekombi Katondolo, coproductor del documental y quien acompañó a Poulsen en sus viajes africanos.
Los minerales también volverán a la RDC cuando nuestros dispositivos electrónicos dejen de funcionar o nos parezcan demasiado viejos y las grandes empresas vuelvan a acordarse de repente de qué les puede servir unos de los lugares con más recursos naturales del mundo. De basurero. Pero esa es otra película.