Tiempo de lana

Es termo aislante, fonoabsorbente, bactericida, combate la polucion electromagnética y atmosférica, tiene un elevado poder ignífugo y, gracias a la queratina, es incluso nutritiva. No es el fruto de la más sofisticada biotecnología sino uno de los bienes más primitivos que, por lo menos en tierra sarda, se puede encontrar en cada esquina. Como haya llegado Daniela Ducato, música de Cagliari trasplantada en Guspini, en el corazón de Cerdeña, a descubrir que todas estas calidades se encontraban en nada más que en la lana de oveja, tiene que ver con la que ella define como una palabra mágica. El Tiempo.  No tanto y no sólo el que le sirvió para llegar a crear Edilana, sino el que representa la moneda de intercambio más equitativa del banco más ético que se pueda concebir. El Banco, pues, del Tiempo.

“Sólo en la calle donde vivo yo la mayoría de las casas han sido construidas gracias a la práctica de “s’aggiudu torrau” (la ayuda devuelta).  Ya me encontraba en un entorno que era el resultado de la toma de conciencia de la importancia de las relaciones y el intercambio”, explica Ducato. “Así que cuando oí hablar por primera vez del Banco del Tiempo pensé que era el proyecto perfecto para nuestra comunidad”. Hace más de diez años nació en Guspini –pueblo de unos 12.000 habitantes en el corazón de la isla-  “Le città invisibili” (Las ciudades invisibiles), entidad a través de la cual personas de cada edad intercambian conocimientos donando y recibiendo como única moneda su proprio tiempo. Y es precisamente en el banco donde Tonina, una vecina afiliada a la entidad, depositó un día quintales de lana diciendo estar cansada de tener que gastar montón de pasta para quemarla –es considerado desecho especial- y no saber qué hacer con ella.

“No sabía nada de lana pero enseguida me pareció demencial que hubiese que gastarse dinero y contribuir a un impacto ambiental para deshacerse de algo que tenemos en tal cantidad”, exlica Ducato. El territorio de Guspini es el que tiene más ovejas por habitante de todo el País (cinco y medio por persona): el dato se debe en gran parte al hecho de que muchos de los trabajadores que llegaron durante el siglo pasado a trabajar en la que fue la mayor mina de plata de Europa, en la cercana Montevecchio, no renunciaron a traerse también sus rebaños. Precisamente como la familia de Tonina.

“Como en el banco hay muchos niñ@s les dimos una parte a ell@s, quienes empezaron a amasarla y a usarla como plastilina”, cuenta Ducato. La gente mayor, por su parte, trajo consejos.

“Me dijeron que si puesta en el agua permitía luego tener que regar menos, así que nos pusimos a cultivar fresas, tomates y flores”, recuerda.

Estamos en la segunda mitad de la primera década del siglo veintiuno. Son los años en los que en Europa entran en vigor los nuevos parámetros energéticos y la normativa acústica.

“Los ingresos de los productos aislantes de nuestra empresa (Essedi, distribuidora de productos para la edilicia, del marido de Daniela, Oscar) estaban creciendo vertiginosamente, pero sabiendo que el 80% de los productos que recubren nuestras casas son derivados del petróleo, empecé a preguntarme qué significaban realmente esos ingresos y qué futuro estábamos asegurando a nuestros hijos”, explica.

En su casa y con la ayuda del vecindario, Daniela hace a mano el primer prototipo de lana aislante, que lleva luego al laboratorio para que sea analizada.

Los resultados superan cualquier expectativa, pero no faltan los problemas. “La lana era tan dura que rompía las máquinas tradicionales». Una vez más la solución se encuentra en el Banco del Tiempo.

“El día en el que el ayuntamiento tiró los árboles que habíamos plantado gracias al banco, los adultos estábamos desesperad@s. L@s niñ@s, en cambio, se nos acercaron sonriendo y enseñándonos los nidos hermosos que los pájaros habían hecho usando las bolas de lana que habíamos colgado”, cuenta Daniela. En la labor perfecta de la naturaleza estaba la clave de la modernidad. “Inspirándonos en los picos de los pájaros creamos una “agugliatura” (perforadora de agujas) particular con ganchos particulares gracias a la cual pudimos empezar la industrialización del producto”.

En 2008, sin un céntimo público, nace Edilana, que en sólo dos años se ha convertido ya en una de las diez mejores empresas italianas del sector de la eficiencia energética. Sus productos, además de aislantes térmicos y acústicos para edificios, incluyen los para la decoración de interiores (desde librerias hasta lamparas que limitan las frecuencias que crean molestias), el packaging, joyas y complementos, productos para la nautica y soluciones par mejorar terrenos degradados o realizar jardines verticales.

Los ingresos de Edilana (que sólo en 2009 facturó 561 mila euro) son enteramente reinvertidos en la investigacion esperimental sobre el campo. El Banco del Tiempo con su economía sin dinero sigue siendo el leit-motiv de todo lo que hace Daniela. El transporte de los productos de Edilana, por ejemplo, se lleva a cabo a través de las furgonetas de los productores que van a la península a por productos biológicos y que antes solían salir vacíos.

Es gracias al tiempo y a los conocimientos de su gente, además de la unión de visión y sueños con su marido Oscar, que Daniela siente que ha podido realizar lo que para ella sigue siendo un proyecto comunitario.

“La economía del tiempo y la del dinero son dos andenes paralelos que no se pueden intercambiar”.

¿Por qué?

“Cuando doy, muestro mi valor pero es cuando recibo que, mostrando mis límites, reconozco el valor de la otra persona. Y esto lleva a una manera de ver la vida que con el dinero no se puede obtener”.

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